La Virgen del Rosario

En el recorrido por las huellas artísticas y espirituales que conforman la historia de nuestra sede, El Convent, es imprescindible detenerse ante una joya pictórica que, aunque muchas veces pasa desapercibida por su ubicación discreta, guarda un profundo significado devocional: el cuadro de la Virgen del Rosario.
Se trata de una pintura anónima del siglo XVIII, actualmente ubicada en la capilla de San Antonio, concretamente en la sala previa que da acceso a la capilla del Santísimo Cristo del Cementerio. Es una obra que, más allá de su belleza estética, conecta directamente con la antigua Cofradía del Rosario, muy presente en la vida religiosa de esta comunidad.
La escena representada es clásica y profundamente simbólica: la Virgen María, coronada y con el Niño Jesús en brazos, se muestra entronizada entre nubes, envuelta en una atmósfera de luz dorada que recuerda su condición de Reina del Cielo. A ambos lados, dos figuras dominicanas reconocibles por su hábito: Santo Domingo de Guzmán, fundador de la Orden, y Santa Catalina de Siena, gran mística y Doctora de la Iglesia. La Virgen sostiene el Rosario, símbolo por excelencia de la espiritualidad dominicana, y el Niño, con gesto dinámico, parece ofrecerlo a los fieles como instrumento de gracia.
Desde el punto de vista técnico, la obra responde a los cánones del barroco tardío, con un tratamiento del claroscuro muy característico: la luz se concentra en las figuras principales, generando una atmósfera íntima y sagrada. El fondo oscuro, especialmente marcado en la zona inferior, acentúa el efecto de elevación y realce de la Virgen. La pincelada es suelta pero firme, especialmente en los pliegues del manto y las carnaciones, donde se percibe un intento de captar la expresividad más allá del mero retrato. El artista, aunque anónimo, demuestra un conocimiento notable de la técnica y de la iconografía religiosa de la época.
Junto a esta obra pictórica, cabe destacar un documento de gran valor conservado en los archivos de la Cofradía del Santísimo Cristo del Cementerio: una concesión de indulgencias otorgada el 14 de agosto de 1918 por el Vicario Magno de la Orden de Predicadores, fray Fernandus Koch.
Se trata de un escrito en latín, dirigido a la Cofradía del Rosario, en el que se otorgan gracias espirituales a quienes recen devotamente el Rosario, siguiendo la tradición instaurada por la Orden Dominica. Este documento corrobora el vínculo histórico entre la devoción mariana, el rezo del Rosario y la vida cofrade en el entorno del convento.
Ambos testimonios, la pintura y el documento, se complementan para narrar una historia viva de fe, devoción y arte. La imagen de la Virgen del Rosario no solo nos remite a una tradición centenaria, sino que nos interpela hoy con la misma fuerza: nos invita a volver la mirada hacia María, a descubrir la riqueza espiritual de nuestras raíces y a mantener viva la llama de la oración.
Esta obra, que preside silenciosamente una de las capillas más transitadas del Convent, continúa siendo faro de fe y memoria viva. Su presencia discreta, pero poderosa, nos recuerda que el arte sacro no es solo patrimonio, sino también un camino hacia lo sagrado, una puerta que nos permite entrar en el misterio y vivirlo desde el corazón.
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